lunes, 6 de abril de 2009

Educación, no en nuestras escuelas Parte II


*Rav Dr. Michael Laitman

La sociedad y el ego que ruge

“El ocuparse cada uno de sí mismo proviene directamente de la consideración que tiene el Estado de Israel respecto al tema de la educación. Las personas se preocupan por sí mismas, sin prestar atención a los demás o a los valores en verdad relevantes”, escribieron representantes del último año de secundaria, en una carta pública dirigida al primer ministro y a la ministra de Educación, hace unas semanas. En esa reflexión, precisamente, se plantea el origen del problema.

El ego humano que se encuentra en proceso de continuo desarrollo a través de la historia, llega hoy a su último y más elevado estadio. En los siglos anteriores, el ego se desarrolló lentamente, pero en la última centuria se produjo un incremento mucho más significativo. Este salto cualitativo dio un empuje al desarrollo científico y tecnológico, pero por otra parte, creó una generación egoísta, caracterizada por una necesidad apremiante de comprender el significado de la vida. Quien piensa que los miembros de esta generación no están preparados para entenderlo, se equivoca.

Las preguntas que en el pasado eran patrimonio de unos pocos y que se despertaban en el hombre a una edad relativamente madura, irrumpen y se instalan, hoy día, en el centro de la escena, exigiendo respuestas.

La incapacidad de responder a esta nueva necesidad que, en la mayoría de los casos es inconsciente e indefinida, crea una frustración que viene habitualmente acompañada de violencia e hiperactividad. El niño acumula frustraciones hasta que la situación estalla…

Otra forma que encuentran los jóvenes de evadir la realidad ante la imposibilidad de obtener respuestas, es a través de las drogas o cualquier otro placer que les traiga “felicidad instantánea (aunque momentánea)” a un costo de unos pesos.

Sedientos de contacto

Este anhelo desesperado conduce a los jóvenes a unirse a redes sociales virtuales que florecen y cambian constantemente. Allí, los jóvenes buscan integrarse y ser parte de una estructura mayor, cálida, segura y estable.

Encuestas publicadas recientemente dan cuenta que en el mundo actual casi la mitad de los niños crecen en un marco familiar transitorio e inestable. La célula familiar cálida, amorosa y protectora de antaño fue reemplazada por una “estructura improvisada”, parejas cambiantes que cumplen con su función de padres sólo parcialmente y por un tiempo limitado.

En muchas ocasiones irrumpen en la vida del niño “nuevos hermanos” que él no conoce y que según la época, desaparecen hacia su otra familia. Resulta así que este niño vulnerable atraviesa las etapas más importantes de su desarrollo, sumido en una sensación continua de inestabilidad, miedo al abandono y temor a perder a uno de sus padres o a ambos.

Estos procesos, cuyo significado psicológico está claro para todos, influyen en forma directa en la formación de la personalidad del niño. Si a esto agregamos la necesidad interna de la que hablamos anteriormente, obtendremos un niño-adulto, que aún asignándole cientos de maestros en una misma aula, nada ayudará para educarlo.

La situación actual nos exige pensar en forma diferente, es necesario un cambio básico y profundo.

El cambio llegará desde abajo

¿Y nosotros? Una de dos: O estamos demasiado ocupados en otros asuntos como para disponer de tiempo libre y ocuparnos de lo que de verdad es importante, o no entendemos lo que está sucediendo, la gravedad de la situación.

No cabe duda, lo más sencillo que podemos hacer es dejar las cosas como están. Dejar a los maestros lidiar con el tesoro y desear que esta historia termine lo antes posible para que podamos volver a la rutina diaria y ocuparnos de cosas más importantes. Pero, aunque duela admitirlo, esto no va a terminar así nomás, y mucho menos rápidamente. La situación sólo empeorará si no tomamos una clara postura y exigimos un cambio verdadero y duradero.

Un cambio así, puede llegar sólo desde abajo. Desde nosotros, los padres de la nueva generación. Es nuestra obligación, generar un cambio básico en nuestra sociedad. Debemos presionar para producir un cambio absoluto en el orden de prioridades, que coloque a la educación (y no al “sistema educativo” ni a los “maestros”, que no son los responsables de la situación actual) en el centro del orden del día. Tenemos que iniciar un diálogo público profundo, abierto y auténtico para poder entender cómo nosotros, como sociedad y seres humanos, nos ocuparemos de resolver esta situación.

No existe ningún motivo para temer a las “grandes preguntas”. Los niños son mucho más abiertos frente a ellas que los adultos y, para nuestra sorpresa, las entienden mejor.

Es posible que queramos sacarnos de encima esta carga, pero no hay aquí nadie más que haga el trabajo por nosotros. Le debemos eso a la generación joven, a nuestros hijos e hijas.

* El Rav Dr. Michael Laitman es máster en ciber­nética, doctor en filosofía y Cabalá, profesor de ontología y teoría del conocimiento. Es fundador y presidente de Bnei Baruj y del Instituto ARI, en Israel. Más información en www.kab.info www.kab.tv/spa www.laitman.es

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