lunes, 12 de enero de 2009

¿De quién es esta vida?


Salvar nuestro planeta se ha convertido en un punto clave en la agenda global. Pero para evitar continuar con la destrucción de la tierra, primero debemos hacernos una pregunta más profunda. ¿Para qué nos fue dada la vida?



*Rav Dr. Michael Laitman

Millones de personas mueren de hambre en los países del Tercer Mundo y miles de millones más no tienen suficiente comida, o al menos, agua potable. Sus vidas son mucho más difíciles que las de los habitantes de las naciones occidentales, por lo que en muchos casos es un verdadero prodigio que puedan salir adelante.

En los países occidentales, las personas no sufren de estos males. Por regla general están saludables, económicamente estables y con un futuro casi asegurado. Pero ellos tienen sus propios problemas, empezando por la depresión. A pesar del elevado nivel de vida, la depresión es la enfermedad que con mayor rapidez se extiende en el Primer Mundo.

De acuerdo a un boletín oficial del Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH) de Estados Unidos, “Los desórdenes depresivos provocan que una persona se sienta exhausta, sin valor, indefensa, y desesperada. Estos pensamientos y sentimientos negativos traen como consecuencia que la gente quiera rendirse”. De hecho, los preocupantes índices de suicidios en el mundo occidental son la prueba de que más y más personas están dándose por vencidas, pese a que aparentemente lo tengan todo.

Si comparáramos las vidas de los habitantes del Primer Mundo con las de aquellos que viven en los países en desarrollo, esperaríamos lo contrario: que quienes viven en el Occidente tratarían de sacar el mayor provecho de las oportunidades que se les brindan, mientras que los de los países más pobres estarían sumidos en la desesperación. ¿No es extraño que una vez que lo tenemos todo, lo tiremos por la borda, incluyendo nuestras vidas?


¿De quién es mi vida?

Para comprender esta aparente paradoja necesitamos tener una perspectiva más amplia. El hecho es que hoy en día, todos somos interdependientes. Para salvar nuestras vidas y las de los niños es indispensable cooperar. Sin embargo, no tendremos el deseo de cooperar a menos que sepamos para qué. Necesitamos comprender la razón de nuestra existencia, el significado de nuestras vidas, y de este conocimiento extraer la motivación para realizar acciones globales positivas.

Según la sabiduría de la Cabalá, nuestra interdependencia proviene del concepto de “unicidad”, del hecho que no sólo somos interdependientes sino que todos conformamos una entidad. Nuestros rostros pueden parecer distintos, pero bajo la piel somos muy parecidos. Si no fuéramos tan similares, la medicina moderna no hubiera podido existir.

Entre más penetramos en la materia, más semejantes se hacen los elementos. Así, si se analizan las partículas que constituyen cada átomo, se encontrarán sólo dos elementos básicos, el núcleo y los electrones que lo rodean. Los fundamentos más básicos de toda forma de vida son los mismos. Y no sólo son los mismos, sino que constantemente intercambian sus elementos, electrones, por lo que los físicos contemporáneos dicen que en el nivel más fundamental de la naturaleza, todos somos literalmente uno. Si comprendemos eso, veremos que entender el significado de nuestras vidas así como lograr bienestar, no es tanto una cuestión de lo que hago para mí mismo, sino qué tanto interactúo con el resto del mundo y para toda la humanidad.


El significado de la vida

El concepto de unicidad fue descubierto por los antiguos cabalistas hace unos cinco mil años, pero es hoy en día un hecho científicamente comprobado. Este concepto nos dice que el propósito de la vida no es una cuestión personal, sino una percepción “panorámica”, amplia, de todo lo que existe. Según la sabiduría de la Cabalá sólo cuando trascendemos a nosotros mismos, a nuestros egos, podemos entender el significado de la vida, porque entonces vemos el “cuadro completo”; es decir, el lugar que ocupamos en el marco total de la Creación. Es sólo entonces que comprendemos por qué nacemos y lo que tenemos que hacer en esta vida.

Para discernir el significado de la vida, tenemos que lograr tal sensación del universo que no habrá diferencia entre la vida y la muerte, y la existencia como entidades físicas o espirituales. Si pudiéramos vivir libremente en todas las dimensiones, terrenales y espirituales, y no tan sólo en nuestra presente percepción, sabríamos que verdaderamente somos eternos.

En tal estado mental, la vida de uno se hace tan importante como la del otro. No puede existir animosidad entre la gente, porque somos uno solo. La rivalidad será comparable a un riñón intentando dominar al hígado. En tal estado de existencia cada persona logra semejanza con Dios, totalmente responsable de la realidad completa y totalmente consciente de todo lo que ocurre dentro de ella, en cualquier lugar y en cualquier momento.

De hecho, la Cabalá nos dice que el significado de la vida radica en su propósito –que todas las creaciones sean como Dios- eternas, omnipotentes y omniscientes. Los cabalistas le llaman “equivalencia de forma” y todos nosotros podemos lograrla a través de la sabiduría de la Cabalá.


* El Rav Dr. Michael Laitman es máster en ciber­nética, doctor en filosofía y Cabalá, profesor de ontología y teoría del conocimiento. Es fundador y presidente de Bnei Baruj y del Instituto ARI, en Israel. Más información en www.kabbalah.info y www.kab.tv/spa

Efecto Mariposa” y la Cabalá


* Rav Dr. Michael Laitman

Las crisis, como por ejemplo la de los subprime (créditos hipotecarios de alto riesgo) en los Estados Unidos, en las que un elemento “contagia” a otros y conduce a todo el mercado al borde del colapso, son algunos de los efectos de la globalización económica. Todos los intentos de enfrentar estos fenómenos por medio de acciones que intentan reforzar la capacidad de proyección de los modelos económicos existentes han sido condenados al fracaso.

Para poder construir sistemas económico-financieros, y otros sistemas de vida, tenemos que entender primeramente la reglamentación general según la cual funciona el sistema básico en el que vivimos: el sistema de la Naturaleza.

El Profesor Günter Blobel, Premio Nóbel en Fisiología y Medicina, afirma que el principio de reciprocidad es la clave de cada sistema en la Naturaleza. “El mejor ejemplo de esta reciprocidad” dijo Blobel, “son las células de un cuerpo vivo. Las células se conectan una con la otra por medio de un otorgamiento recíproco, para el bien del cuerpo entero. Cada célula del cuerpo recibe lo que necesita para su supervivencia, y utiliza el total del resto de su fuerza para realizar su función en beneficio del cuerpo entero”.

En realidad, en todos los niveles de la Naturaleza, el individuo actúa en bien del colectivo al que pertenece, y de esa forma obtiene su plenitud. Este delicado equilibrio recíproco facilita la existencia, y es la base de todos los sistemas naturales.

Los sistemas artificiales que la sociedad humana ha construido para sí misma, incluso los económico-financieros, se encuentran en total oposición a la armonía que reina en la Naturaleza. En su centro se encuentra el egoísmo, que prefiere poner siempre el interés personal limitado por encima del bien general. No obstante, mientras más buscamos individualizarnos y obtener ventaja en relación a nuestro prójimo, volvemos a descubrir que los humanos dependemos uno del otro. Aunque no estemos conscientes de ello, cada una de nuestras acciones tiene la capacidad de producir cambios de gran alcance en algún otro lugar del mundo, y viceversa. El ego y la globalización nos encarcelan dentro de un círculo vicioso, y no nos permiten respirar.

Si el “efecto mariposa” es una metáfora popular del caos matemático, entonces en la era de la globalización, el “efecto del consumidor” funciona de la misma forma. Cada una de nuestras acciones como consumidores afecta a otros sistemas y personas, con las que por lo general, no tenemos ningún contacto. De igual forma, el paseo de compras que realiza la señora López de Buenos Aires en el centro comercial al lado de su casa, tiene consecuencias muy significativas sobre la vida de muchas personas en el mundo. El producto que comprará puede determinar si una u otra fábrica continuará en funcionamiento, si algunas personas serán trasladadas de sus comunidades, tal vez serán salvadas del hambre, o quizá serán explotadas aún más.

De esta manera, identificamos fácilmente cómo eventos singulares como la crisis hipotecaria de los Estados Unidos, los desastres naturales, los atentados terroristas, y la tensión militar en el Golfo Pérsico, influencian directamente el precio de las mercancías en todo el mundo, y conllevan un peligro a la estabilidad económica global.

Por lo tanto, ha llegado la hora de reconocer que somos parte integral del sistema natural, y de asumir el rol dictado por Él. Para estabilizar los distintos sistemas que hemos creado entre nosotros, debemos corregir nuestras relaciones egoístas, en las que están basados estos sistemas. Este objetivo es alcanzable, pero requiere abordarlo desde varios ángulos.

Para empezar, los líderes económicos tienen que percatarse que es necesario enfrentarse a esta enfermedad desde su raíz, en lugar de continuar abasteciéndole al mundo “remedios analgésicos”.

Además, hay que despertar la conciencia pública al hecho de que somos todos partes de un solo cuerpo compuesto de múltiples células. Cada una de las células de este sistema humano tendrá que entender que el modelo económico más beneficioso para sí misma es la felicidad de otra persona, y que sólo así podremos asegurar nuestra estabilidad.

Es importante, entonces, proporcionarle al público en general la causa de la crisis y la forma de resolverla. Esto será posible por medio del uso de varios ejemplos que muestran la manera en que funcionan los múltiples sistemas en la Naturaleza, y las interrelaciones y reciprocidad que existen entre ellos.

En ese sentido, resulta necesaria la enseñanza a personas claves, de la forma en que funciona el sistema global de la Naturaleza, para que puedan deducir de ello cuáles son los cambios que se deben efectuar en los sistemas humanos existentes, con el propósito de estabilizarlos y conducirlos a un estado de balance. Este punto es realizable mediante la sabiduría de la Cabalá, el método que nos enseña las leyes básicas de los sistemas naturales.

Por último, la unión de fuerzas de instituciones distintas en la sociedad es necesaria para conseguir que estos conocimientos echen raíz, sean asimilados por el público, y conduzcan a la humanidad a realizar este cambio necesario hacia un puerto de refugio.

Cuando nuestro mundo empiece a cambiar de dirección hacia el requerido equilibrio con la Naturaleza, los resultados no tardarán en llegar.

* El Rav Dr. Michael Laitman es master en ciber­nética, doctor en filosofía y Cabalá, profesor de ontología y teoría del conocimiento. Es fundador y presidente de Bnei Baruj y del Instituto ARI, en Israel. Más información en www.kabbalah.info y www.kab.tv/spa

El altruismo no es opcional


Por el Rav Dr. Michael Laitman *

Nos parece que podemos elegir entre ser egoístas o altruistas. Pero si examinamos la Naturaleza, encontraremos que el altruismo es una ley fundamental. Por ejemplo, cada célula en el cuerpo es intrínsicamente egoísta, pero, para poder existir, debe despojarse de sus tendencias egoístas en favor del bienestar del mismo. La recompensa para la célula es no sólo experimentar su propia existencia, sino también la vida del cuerpo entero.

Nosotros, de igual forma, debemos desarrollar tal conexión entre nosotros. Así, cuanto más logremos establecer este lazo, mejor percibiremos la existencia eterna de Adam (Adam HaRishon, el Alma Colectiva) en lugar del carácter pasajero de nuestra existencia física.

Particularmente hoy día, el altruismo se ha tornado esencial para nuestra supervivencia. Se ha hecho evidente que todos nosotros estamos interconectados y dependemos uno del otro. Esta interdependencia ha dado lugar a una definición innovadora y precisa del altruismo: Cualquier acción o intención que se origine en la necesidad de integrar la humanidad en una sola entidad es considerada altruista. Inversamente, toda actividad o intención que no se enfoque en unir a la humanidad es egoísta.

Nuestra oposición a las leyes de la Naturaleza es la fuente de todos los sufrimientos que presenciamos en el mundo. Y por ser el individuo el único que no las cumple, se puede concluir que es el único elemento corrupto dentro de ella. El resto, es decir, los minerales, las plantas y los animales, acatan las leyes altruistas de ésta, por instinto. Sólo el comportamiento humano contrasta con el del resto de la Naturaleza y con el Creador.

El sufrimiento que vemos a nuestro alrededor no es únicamente propio. Todos los demás niveles de la Naturaleza se ven afectados por nuestras actividades equivocadas. Si corregimos nuestro egoísmo transformándolo en altruismo corregiremos, por consiguiente, todo lo demás: la ecología, el hambre, las guerras y la sociedad en general.

LA PERCEPCION MEJORADA

Aunque pareciera que el único cambio que tenemos que hacer es considerar a los demás antes que a nosotros mismos, el altruismo, no obstante, trae consigo un beneficio adicional: Cuando pensamos en los demás nos integramos a ellos y ellos a nosotros.

Mirémoslo de esta forma: Existen alrededor de 6.5 mil millones de personas alrededor del mundo actualmente. ¿Qué pasaría si en lugar de contar con dos manos, dos piernas y un cerebro para controlarlos, tuviéramos trece mil millones de manos, trece mil millones de piernas y 6.5 mil millones de cerebros para controlarlos? ¿Es confuso? No necesariamente, ya que todos estos cerebros funcionarían como uno solo y las manos trabajarían como un par de manos. Toda la humanidad sería como un solo cuerpo cuya capacidad se vería aumentada en 6.5 mil millones de veces.

Además de convertirnos en seres superdotados, todo aquel que se convierta en altruista recibirá también el regalo más deseado por todos: la omnisciencia o conocimiento absoluto. Puesto que el altruismo es el atributo del Creador, al adquirirlo, nuestra naturaleza se asemeja a la de Él y empezamos a pensar como Él. Comenzamos a saber por qué ocurren las cosas, cuándo deben suceder y lo que debemos hacer para cambiar el curso de los acontecimientos. En la Cabalá, a este estado se le llama “Equivalencia de Forma”.

Este estado de percepción realzada, de equivalencia de forma, es la razón por la que fuimos creados. Fuimos creados como una unidad que posteriormente fue rota, y ahora debemos volver a integrarnos. En este proceso de reunificación aprenderemos por qué la Naturaleza actúa en la forma que lo hace y tendremos tanta sabiduría como el Pensamiento que la creó.

Cuando nos unifiquemos con la Naturaleza nos sentiremos tan eternos y completos como ella misma. En ese estado, aún cuando el cuerpo deje de existir tendremos la sensación que continuamos viviendo en la Naturaleza eterna. La vida corporal y la muerte dejarán de afectarnos, ya que la percepción egocéntrica y limitada que teníamos previamente habrá sido reemplazada por una perspectiva altruista y comprehensiva.

HA LLEGADO EL MOMENTO

El Libro del Zohar, la “Biblia” de la Cabalá fue escrito hace dos mil años, aproximadamente. Nos afirma que hacia el final del Siglo XX, el egoísmo de la humanidad se acrecentaría a niveles sin precedentes, creando un sentimiento de vacío y falta de rumbo en nuestras vidas nunca antes experimentado.

Entonces, apunta el Zohar, llegaría el momento de ofrecer la Cabalá a toda la humanidad como un medio para adquirir la plenitud mediante la semejanza con la Naturaleza.

El proceso para alcanzar la plenitud, el Tikkún (la corrección), no ocurrirá de una vez ni será simultáneo para todos. Para lograr alcanzar dicho Tikkún el individuo debe desear que suceda. Es un proceso que se produce a partir de la voluntad propia.

La corrección se inicia cuando una persona se da cuenta que su naturaleza egoísta es el origen de todo mal. Es una experiencia muy personal e impactante, pero invariablemente lo lleva a uno a desear transformarse, y cambiar del egoísmo al altruismo.

El Creador nos trata a todos nosotros como con un ser único y unido. Hemos intentado alcanzar nuestras metas de una manera egoísta, pero hoy estamos descubriendo que nuestros problemas se resolverán sólo al actuar colectiva y altruistamente. Entre más conscientes estemos de nuestro egoísmo, más desearemos utilizar el método de la Cabalá para transformar nuestra naturaleza al altruismo. No lo hicimos cuando la Cabalá apareció por primera vez, pero podemos hacerlo ahora porque sabemos que la necesitamos y porque es el único medio para lograr la felicidad y la plenitud duraderas.

* El Rav Dr. Michael Laitman es máster en ciber­nética, doctor en filosofía y cabala, profesor de ontología y teoría del conocimiento. Es fundador y presidente de Bnei Baruj y del Instituto ARI, en Israel. Más información en www.kabbalah.info.