lunes, 16 de febrero de 2009

Profeta ¡en su tierra!


El pueblo de Israel tiene una tarea:
guiar a toda la humanidad hacia una mejor realidad.

Cada vez que tratamos de escapar de esta misión,
pagamos un alto precio.

La historia de Jonás el profeta, es uno de los mejores ejemplos…

*Rav Dr. Michael Laitman

En el Día del Perdón, acostumbramos congregarnos en las sinagogas, rezar y a veces, también tener el privilegio de "subir a la Torá". De acuerdo a la tradición, leemos también la Haftará de Jonás.

¿Por qué se acostumbra leer una historia supuestamente "marginal" en el Día del Perdón?, ¿cómo echaron raíces estas costumbres en la tradición de Israel?, y ¿qué relación hay entre el relato de Jonás el profeta y la misión que le fue impuesta -con respecto a los hijos de Nínive, pueblo que ni siquiera era judío-, y el Día del Perdón, el más importante del calendario judío?

El héroe del cuento, Jonás hijo de Amitai, es el quinto entre una docena de profetas. Su origen proviene de Gat-hefer, ciudad bíblica al norte de Israel.

El Creador le ordenó a Jonás ir a Nínive, capital de Asiria, e informarles que “su maldad ha subido hasta Mi presencia”, (Jonás 1, 2). Dando un paso inusual para profetas, Jonás rechaza la misión, prefiriendo embarcarse en otra dirección: “Bajó a Yafa, donde encontró un barco que zarpaba rumbo a Tarsís… y se embarcó con los que iban a esa ciudad, huyendo así del Señor”.

Sin embargo, “El Señor lanzó sobre el mar un fuerte viento, y se desencadenó una tormenta tan grande que el barco amenazaba con hacerse pedazos... los marineros se aterraron, y cada cual clamaba a su Dios, y arrojaron al mar las mercancías que llevaban en el barco para aliviar la carga”.

Cada cual le dijo a su compañero: “…arrojemos suerte, para que sepamos por culpa de quién nos ha sobrevenido este mal”. El destino habló, y Jonás fue encontrado culpable por todo lo malo que les sucedía, habiendo huido de la Presencia del Eterno.

Los marineros se dirigieron a Jonás: "¿qué debemos hacer contigo para que el mar se calme con nosotros?" porque el mar se tornaba cada vez más tempestuoso. Jonás les contestó súbitamente y con coraje, "subidme y arrojadme al mar, y el mar se calmará con vosotros". Los marineros tras agotarse del esfuerzo por encontrar una manera menos cruel para apocar la tormenta, tomaron a Jonás, lo arrojaron al mar, y el mar se sosegó.

Un gran pez tragó a Jonás que estuvo en su vientre tres días y tres noches, orando al Eterno su Dios. Y el Eterno habló al pez que vomitó a Jonás sobre la tierra. El Señor le dijo nuevamente: "¡Levántate y ve hacia Nínive!" Esta vez, Jonás no incumplió las órdenes del Eterno y fue así que predicó a los habitantes de Nínive, que dentro de cuarenta días la ciudad sería derribada. El pueblo y su rey a la cabeza, sin comer ni beber, pidieron perdón, y Dios se arrepintió del mal que les haría y no lo realizó.

Salvar la humanidad

Nos dirigimos a las fuentes de la Cabalá para entender el significado profundo de este relato famoso y pintoresco.

Jonás era un profeta que según la Cabalá, se refiere a un hombre que se encuentra en un grado espiritual altísimo de revelación, permitiéndole escuchar la “Palabra de Dios”. Es decir, alcanza la Fuerza Divina que opera en la realidad, y entiende el Plan General de la Naturaleza (del Creador).

El relato sobre Jonás simboliza la misión del pueblo de Israel con respecto al resto del mundo: Salvar a la humanidad del camino del sufrimiento y traerla a una vida plena y feliz.

El profeta "recibió una orden del Creador", ir a Nínive y explicar a sus habitantes qué tienen que hacer para cumplir con la Meta de la Creación, por las buenas. En vez de ir a Nínive y contarles lo dicho desde las Alturas, Jonás desobedece. Basándose en su sentido común y sus prejuicios, considera que la tarea es demasiado difícil, y que los pueblos del mundo no lo escucharán.

De hecho, Jonás, siendo judío, tiene un cargo único en la realidad: cumplir la misión que le fue dada. Pero, al intentar escapar de la observancia de las leyes naturales divinas, se visten estas fuerzas en la tormenta de la que Jonás no puede salvarse, para obligarlo a cumplir su tarea.

Jonás descubre que nada puede auxiliarlo, ni las fuerzas que están supuestamente a su disposición: el capitán, los marineros del barco y otros. El hundimiento físico simboliza su caída interior, el abatimiento espiritual.

El único remedio es realizar la misión que le fue asignada desde un principio, "la corrección en Nínive". Si eleva su importancia por encima de todas las cosas en la vida, cumplirá su rol con éxito.

El pueblo de Israel, tal como Jonás, necesita entender y asumir la carga que le fue asignada. Desgraciadamente, tratamos en vano de “escapar en embarcaciones” a distintos extremos del planeta para refugiarnos. Pero en el Día del Perdón, se nos juzga si ejecutamos o no la misión espiritual que recae sobre nosotros, por lo que se acostumbra hacer el "examen de conciencia", y leer el cuento de Jonás.

El pueblo de Israel se encuentra actualmente en la misma situación de Jonás el profeta. Tarde o temprano descubriremos que la única solución es cumplir nuestro deber: utilizar la sabiduría ancestral de la Cabalá que nos fue entregada por nuestros antepasados, y enseñarla a los pueblos del mundo, para llegar a una paz completa; cumpliendo así, nuestra designación como pueblo único, "el pueblo elegido".

* El Rav Dr. Michael Laitman es máster en ciber­nética, doctor en filosofía y Cabalá, profesor de ontología y teoría del conocimiento. Es fundador y presidente de Bnei Baruj y del Instituto ARI, en Israel. Más información en www.kab.info www.kab.tv/spa www.laitman.es

Cuatro Especies y una Sucá


Desde el punto de vista espiritual, la fiesta de Sucot marca uno de los puntos críticos en la evolución espiritual: la primera entrada de Luz dentro del alma. Esta Luz es llamada “Torá”, y llenarse con ella proporciona una gran felicidad. Por eso, la fiesta siguiente a Sucot, que marca la recepción de la Torá, se llama Simjat Torá (La alegría de la Luz).

* Rav Dr. Michael Laitman

Las medidas y el emplazamiento físico de la Sucá -o cabañas- que corresponden a las usadas por nuestros antepasados en el Desierto del Sinaí, nos fueron dadas, como todas las otras Mitzvot, por cabalistas. Las Mitzvot (mandamientos o preceptos) son las leyes de los Mundos Superiores que se nos fueron transmitidas a este mundo. Cada Mitzvá (singular de Mitzvot) que realizamos en este mundo representa una ley espiritual de los Mundos Superiores. Los cabalistas observan estas leyes dentro de la esfera espiritual de sus almas y experimentan las fiestas como una forma más elevada, eterna y completa de existencia.

Para poder realizar un acto espiritual tenemos que haber adquirido un Masaj (pantalla). Esto significa que hayamos alcanzado la habilidad de trascender nuestros propios deseos egoístas, y que hayamos recibido, como resultado, una única clase de placer, llamada “la Luz del Creador”. Cada vez que actuamos con una intención pura de otorgar, realizamos, de hecho, un “acto espiritual”. Inversamente, cuando ese mismo acto es realizado para auto-complacernos, se lo considera como un acto corporal y egoísta.

La Sucà espiritual

La Sucá en la espiritualidad, es la estructura del Kli (vasija) que es capaz de recibir Luz. Dicho de otra forma, la Sucá simboliza el alma. Para recibir la Luz Superior, debemos construir dentro de nosotros una estructura espiritual, llamada Sucá, reflejando nuestras relaciones recíprocas con la Luz.

Mientras el alma va pasando por el proceso de corrección, es incapaz de recibir la Luz Superior en Su total magnitud. Por lo que esta Luz permanece “alrededor” o fuera de ella, aguardándola, y de ahí su nombre: “Luz Circundante”. Para que la Luz pueda entrar y llenarla, el alma debe igualar sus cualidades con las de la Luz. Y como la cualidad de la Luz es el amor, para asemejarse a ella, uno debe trascender su propio egoísmo y llegar a ser igual a la cualidad de la Luz –amor y otorgamiento.

El modo mediante el cual el alma alcanza estas propiedades de semejanza con la Luz es representado por las leyes de construcción de la Sucá. Si deseamos avanzar en la espiritualidad, debemos pedir sólo dos cosas: unidad y amor hacia el Creador, en lugar de simplemente empaparnos con el placer de Su Luz y nada más. Esto requiere que poseamos la pantalla (Masaj) que nos proteja del placer egoísta que recibimos cuando sentimos la Luz del Creador. La adquisición de esta pantalla, entonces, se indica mediante la edificación del techo de paja de la Sucá.

En la medida que nuestra petición se centre sólo en adquirir las habilidades de amar y otorgar a los demás, la Luz Circundante corregirá nuestras almas, concediéndonos el poder de trascender todos nuestros deseos egoístas. El poder del techo de paja nos permite recibir la Luz Superior dentro de nuestras almas. En tal estado, nuestras cualidades se tornan iguales a las del Creador y logramos unirnos a Él en amor eterno. Ésta es la verdadera felicidad, la alegría de la Torá, Simjat Torá.

Las cuatro especies

Las cuatro especies que se usan en la fiesta de Sucot representan cuatro estados que experimentamos a lo largo del crecimiento espiritual. Cada uno de ellos se distingue por tener aroma y sabor, por tener sólo aroma, por tener sólo sabor, o por no tener ninguno de ellos. El aroma denota la mente y el gusto representa el corazón:

· Algunas veces la espiritualidad parece agradable a ambos, mente (aroma) y corazón (sabor). Los cabalistas llaman a este estado Etrog (cítrico).

· En otros momentos uno piensa que la espiritualidad es apasionante pero difícil de comprender. En ese estado, se la considera con “sabor”, pero sin aroma. Los cabalistas llaman a este estado Lulav (rama de palma).

· Otras veces, la espiritualidad se experimenta como fragante pero sin sabor, como el Hadas (mirto). Su importancia está muy clara, pero mientras que el corazón no puede sentirlo, la mente sí es capaz de comprenderlo.

· Finalmente, cuando uno no puede sentir ningún aroma ni sabor en la espiritualidad, uno se encuentra en el estado de Aravot (sauce).

Para poder avanzar en la espiritualidad, sin embargo, debemos dirigirnos hacia el Creador incluso cuando nos hallemos en un estado en que no sintamos ni aroma ni sabor en la espiritualidad. Eventualmente, el unir todos los estados hacia un objetivo común nos proporcionará la habilidad para recibir y experimentar un verdadero placer espiritual ilimitadamente y en todas las circunstancias.

* El Rav Dr. Michael Laitman es máster en ciber­nética, doctor en filosofía y Cabalá, profesor de ontología y teoría del conocimiento. Es fundador y presidente de Bnei Baruj y del Instituto ARI, en Israel. Más información en www.kab.info www.kab.tv/spa www.laitman.es