lunes, 16 de febrero de 2009

Januca y la Cabalá


* Rav Dr. Michael Laitman

Vivimos en un mundo muy complejo, una vorágine. Tratamos de huir de los sufrimientos, pero sólo de vez en cuando logramos saborear placeres en nuestra vida. No sabemos si hay algún plan en la Naturaleza para nosotros. Es una existencia bastante intrascendente.

Cuando investigamos todos los elementos de la Creación, vemos qué inteligente, sabia y especial es, habiendo creado todo con un propósito, una causa y un efecto.

Sabemos cómo indagar los niveles inferiores al nuestro: inanimado, vegetativo y animal. Sólo la razón de la existencia del ser humano permanece desconocida.

Es por eso que los conocimientos acerca de la sociedad, del carácter humano, y la psicología, no se han convertido en una ciencia, sino en una acumulación de observaciones recolectadas a través de nuestras vidas.

La Sabiduría de la Cabalá es muy antigua, desarrollada por Abraham el Patriarca hace 5.000 años. Nos enseña que para saber cómo comportarnos y evolucionar, primero tenemos que estudiarnos a nosotros mismos y a nuestra sociedad.

Nació cuando la humanidad comenzó a formar su primera civilización, en la antigua Babilonia. Las personas querían, por orgullo, construir una torre que llegara al cielo para poder dominar a la Naturaleza; y dejaron de entenderse entre sí.

Abraham, que en realidad era uno de ellos, les dijo: “Esta no es la manera correcta de actuar y vamos a fallar. Nosotros no conocemos la Naturaleza y no podemos seguir nuestro ego creciente. Tenemos que ir por otro camino. Es decir, aunque el ego siga creciendo tendremos que volver a crear, por encima del él, las mismas relaciones que teníamos antes”.

“Verán que si así lo hacemos, si lo usamos para llegar al ‘amor hacia el prójimo’, descubriremos precisamente dentro de él, dentro de nuestra naturaleza, una reglamentación; ¡leyes maravillosas de la Naturaleza!”

Al superar su propio egoísmo -implementando el altruismo- Abraham descubrió las leyes de la Naturaleza Superior, llamadas así porque superan al “ego”.

Por ayudarle a recibir la revelación de la naturaleza verdadera del hombre y de cómo es activado, llamó a este método: “La Sabiduría de la Cabalá”, de lekabel (recibir, en hebreo).

Luego, empezó a enseñarla a los demás babilonios, y estableció su grupo de cabalistas que con el tiempo se convirtió en una nación. Después de haber llegado a la tierra de Israel -comportándose de la manera enseñada por Abraham y Moisés -llegó a experimentar un crecimiento del ego, tratándose con menosprecio en vez de las relaciones de “amor recíproco”, la “garantía mutua”, “ama a tu prójimo como a ti mismo” y “como un solo hombre con un solo corazón”, de cuando recibieron la Torá.

Y como las fuerzas espirituales son las que determinan los hechos en el reino físico, al empezar a tratarse de forma egoísta, causaron lo mismo en la exterioridad, facilitando el ataque de sus vecinos, los griegos.

Surgió un problema aún más grave con los helenistas, que estaban mezclados con los judíos. Una parte del pueblo quería seguir la Torá de Abraham y la otra dijo: “No. No somos capaces de superar nuestro ego; tenemos que ser como el resto de las naciones”. Querían vivir de acuerdo al ego como los babilonios en su tiempo.

Lucharon entre ellos hasta que el Gran Sacerdote Matityahu se levantó, como Abraham en su tiempo, usando el mismo método, y dijo: “No. No podemos aceptarlo. Tenemos que destrozar toda esta nueva infraestructura griega. Debemos elevarnos por encima de ello y volver a ser ‘una sola nación con un solo corazón’ hacia el Creador, esta fuerza preciosa, buena y benévola, la fuerza del amor”.

Y así se levantaron, lucharon y prevalecieron.

Todo lo que sucedió con Abraham en Babilonia, luego con Moisés y Matityahu, es la misma lucha; el ego empieza a intensificarse, obligándonos a elevarnos por encima de él con amor, y así prevalecemos.

El pueblo de Israel –llamado así (Iashar- directo, Él- Dios) porque sabe cómo elevarse por encima del ego, hacia el amor -no pudo superarlo y cayó bajo su dominio, causando la destrucción del Templo, la cual continúa hasta ahora.

Los hijos de Israel se levantan de nuevo, apoyándose en el mismo método que desarrolló Abraham, diciendo: “¡Oye, pueblo judío! ¡Vamos! Elevémonos de nuevo a nuestro nivel, en el que realmente existimos como ‘la nación de Israel’, como ‘un solo hombre con un solo corazón’, y venceremos a nuestros enemigos: los griegos, los amalequitas, los nazis; todos, hasta el último. ¡Esto es lo único que nos podrá salvar!”

No se trata de hacer guerras con ninguno de ellos; nuestra unificación es una condición para triunfar, como nos enseñó Abraham, Moisés (en la escena de la entrega de la Torá) y Matityahu: “Tenemos que matar a los griegos entre nosotros”. Es decir, los deseos de permanecer sumergidos en el egoísmo. “Tenemos que elevarnos por encima de ellos y unirnos en un amor fraternal”.

De ahí llegará la victoria sobre todos los extraños. Toda la humanidad va a reconocernos como el “pueblo elegido”, especial, sagrado, que significa “el otorgante”, el que otorga el amor, el “pueblo altruista”.

¡Si llegamos a eso, lograremos la gratitud de todo el mundo!

Esa fue la fiesta de Januca en la historia, y es la misma Januca que tenemos que realizar hoy día, como judíos entre todos los helenistas, los deseos helenistas dentro de cada uno de nosotros. Tenemos que resolver el problema con nosotros mismos, en nuestro interior; dentro de todos y cada uno de nosotros.

El Rav Dr. Michael Laitman es máster en cibernética, doctor en filosofía y Cabalá, profesor de ontología y teoría del conocimiento. Es fun­dador y presidente de Bnei Baruj y del Instituto ARI, en Israel. Más información en www.kab.info www.kab.tv/spa www.laitman.es

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.