lunes, 16 de febrero de 2009

¿Qué quieren todos de nosotros?


El pueblo judío tiene una misión: Conducir a toda la humanidad al grado más elevado posible de existencia.

* Por el Rav Dr. Michael Laitman

Hace unos pocos meses terminó otra guerra. Al parecer, es como que simplemente, estamos obligados a pasar una guerra cada tantos años. Es una cuestión habitual desde los tiempos de la fundación del Estado de Israel.

En todos los edificios hay un refugio, en cada casa se tiene una máscara anti-gas, cualquier niño sabe los códigos de incorporación militar de emergencia, ni qué hablar de un concepto tan “natural” como, “el acto terrorista suicida”.

En otros países, como ejemplo Suiza, Australia o Italia, se vive sin la amenaza de misiles de largo alcance o de autobuses que explotan. ¿Por qué aquí, en Israel, no ocurre lo mismo? ¿En qué somos distintos a los demás países? ¿Por qué los ojos del mundo están puestos justamente en este “granito de arena” sobre el mapa del planeta que se llama Israel?

¿Acaso existe una razón para estas guerras, esta presión semejante y toda esa atención del mundo puesta en nosotros?

Los cabalistas nos enseñan que el pueblo de Israel tiene una misión exclusiva en la realidad, y que este pueblo no tendría derecho de existencia si no fuera por su rol como pueblo elegido. Es decir que fue creado tan solo para dicho propósito. Así también el desarrollo de la nación israelí ocurrió esencialmente de una forma distinta al del resto de las naciones.

En otras palabras, toda nación tiene una raíz genética que la singulariza. En cambio, la singularidad que distingue a la nación israelí, es su raíz espiritual. Eso quiere decir que el pueblo judío está destinado a conducir a toda la humanidad al nivel más elevado posible de existencia.

La historia cuenta que en su intento por resolver el enigma de la existencia humana, el patriarca Abraham logró cruzar la barrera que separa el mundo corporal del espiritual. A razón de este descubrimiento escribió el primer libro de Cabalá, Sefer Yetzirá (Libro de la Creación).

Abraham comenzó a difundir su ciencia entre los ciudadanos locales, hasta que con el pasar del tiempo, este grupo inicial de estudiantes creció y se transformó en un pueblo que fue posteriormente llamado, Pueblo de Israel.

Hasta la destrucción del segundo Templo, el pueblo de Israel vivía su vida en percepción de ambos mundos, corporal y espiritual. Era necesario que permanecieran conectados al mundo material, no conformándose únicamente con la vida espiritual, para que pudieran cumplir con su asignación de transmitir el método de evolución espiritual que habían descubierto, a todas las naciones del mundo.

La humanidad en total es un único cuerpo universal dentro del cual cada nación tiene su propio rol y función. El pueblo judío tiene una tarea especial: realizar el método de corrección y transmitirlo al resto de las naciones del mundo. Este es el significado de la frase Luz a las naciones. Es más, para inculcar en toda la humanidad el deseo de llegar a la cima de la espiritualidad, el pueblo de Israel tiene que alcanzarla primero. Mientras esperamos, el sufrimiento sigue aumentando.

Según la sabiduría de la Cabalá, somos el pueblo elegido, en cuyas manos se encuentra el método de corrección de toda la humanidad; es la misma Torá que recibimos en el Monte Sinaí, el mismo método de evolución espiritual desplegado ante nosotros en todos los libros originales de Cabalá.

Pero, ¿qué es esta corrección que tenemos que realizar? ¿Qué es lo que está fallando en nosotros o en el mundo?

Los cabalistas que alcanzaron la realidad universal, nos cuentan que la raíz del mal se oculta en el egoísmo humano, el atributo dominante de cada persona. Este egoísmo -que fue evolucionando en un proceso natural, desde un pequeño nivel primario, al comienzo de la existencia humana, hasta su máxima expresión de hoy en día- es como un afilado cuchillo que separa a las personas.

Los cabalistas singularizan esa separación entre las almas, como la raíz de los males del mundo, y describen en las fuentes auténticas de Cabalá un método de corrección del egoísmo, que comenzará primero con el pueblo de Israel y luego con el resto de la humanidad, volviendo así a existir como un solo hombre con un solo corazón, basándose en el principio: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.

Ese mismo egoísmo que ha crecido en dimensiones monstruosas, es también la razón por la que el pueblo de Israel cayó de su nivel espiritual después de la destrucción del segundo Templo. Fue ese mismo odio infundado que provocó la destrucción espiritual del pueblo judío, su salida al exilio y una amnesia de dos mil años.

Nuestro regreso a Israel en esta última era, simboliza el comienzo del cambio esperado: la Tierra de Israel fue el lugar donde aplicamos ese método en el pasado, y el lugar al cual volvimos para seguir con nuestra asignación: transmitir el método al resto de la humanidad.

Los golpes que nos afligen hoy día, están especialmente destinados a despertarnos para hacer nuestro deber. En el momento que nos replanteemos y entendamos en lo individual y como pueblo, cuál es la esencia de nuestra existencia en el mundo y nuestro rol sobre la Tierra, podremos restablecer la conexión que perdimos con el mundo espiritual, y volver a experimentar seguridad, prosperidad, independencia y plenitud.

* El Rav Dr. Michael Laitman es máster en cibernética, doctor en filosofía y Cabalá, profesor de ontología y teoría del conocimiento. Es fun­dador y presidente de Bnei Baruj y del Instituto ARI, en Israel.
Más información en www.kab.info www.kab.tv/spa www.laitman.es

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