viernes, 20 de febrero de 2009

Crisis: El G-21

La alfombra roja se extiende en los pasillos de la Casa Blanca, banderas ondean con el viento. Lemas como “trabajemos al unísono”, “necesitamos un nuevo orden mundial” y “estamos juntos en esto”, se lanzan por el aire irreflexivamente. Uno tras otro suben los líderes al podio, presentando análisis e ideas brillantes ante una audiencia de periodistas desganados. Un escenario común en todas las cumbres. ¿Y la solución?

* Rav Dr. Michael Laitman

Quizá haya quienes mantengan la esperanza de un final feliz con este tipo de encuentros, pero aún los más optimistas anticipan que los acuerdos de esta cumbre de gigantes del G-20 están destinados a fallar. Esto no se debe a que la idea de una conferencia internacional sea mala. Por el contrario, los líderes mundiales lo tienen bien claro, y están en lo cierto, que una crisis global requiere un tratamiento global.


Sin embargo, la conferencia de los dirigentes del G-20 no podrá dar buenos resultados por el mero hecho de que el mayor participante, y el más significativo, el G-21 (vigésimo primero) no fue invitado a asistir. No se trata de alguna nación que se haya obviado, sino que los líderes mundiales convocaron a todos menos a “la nueva realidad”, el verdadero factor causante de la crisis...


¿Qué quiere decir?

La crisis financiera actual puso de manifiesto por primera vez en la historia la medida en que todos nosotros estamos interconectados. El “efecto mariposa” que hasta hace poco sólo circunvolaba los arriates de las facultades de filosofía se ha tornado en una muy tangible realidad, cuando una “invicta” combinación de ciudadanos, banqueros, agentes de bienes inmuebles y agentes de bolsa de una nación causó un efecto dominó en los mercados del mundo entero.


Globalización 3.0 es como lo denominan los expertos, o en palabras sencillas: nos hemos adentrado a una nueva realidad. Una realidad en la cual decisiones tomadas interesadamente por personas individuales afectan el destino del mundo entero. Es la naturaleza humana que rompe el balance de los sistemas económicos, no una mala estrategia financiera, como era de sospechar, sino, el ego global.


Desde que nos encontramos conectados por el cordón umbilical uno al otro, ya no hay marcha atrás. De ahora en adelante, tendremos que pensar bien hacia dónde apuntamos, no sea que el dardo se revierta, penetrando nuestra espalda…


Por lo tanto, para producir un cambio realmente positivo, el G-20 debiera ofrecer una solución comprehensiva y adecuada para el mundo moderno, o sea, para el mundo en el que hemos despertado recientemente.


Quiere decir que si ya vemos que cada uno de nosotros, con el más ingenuo acto egocéntrico -que por definición ya se encuentra opuesto a la idea de un cuerpo global-, tiene la capacidad de derrumbar todo el sistema sacándolo de equilibro, ¿no habría que buscar la solución en otro nivel?


¿Cómo se vería nuestro futuro económico, y nuestra vida en general, si en lugar de aumentar la regulación de los sistemas económicos, todos nosotros nos transformáramos en “reguladores” personales de nuestros propios egos…? ¿Si en lugar de abastecer el mundo con analgésicos, tratáramos el problema desde la raíz, buscando elevar la consciencia del mundo sobre el hecho que en una era global, preocuparse por los demás constituye efectivamente preocuparse por uno mismo…?


El sueño se hace realidad

Primero, habrá que abandonar la ilusión de que se puede acortar el camino con instant solutions. En segundo lugar, los capitanes mundiales tendrán que unirse alrededor de una campaña global que apunte hacia la construcción de una nueva escala de valores. Para llevarlo a cabo, tendrán que convocar a los medios masivos de comunicación para que éstos promuevan las ideas y valores que benefician a la sociedad en total; no sólo a nuestros intereses personales. Los sistemas educativos e informativos tendrán que inculcarle al público en general, la noción de que nos hemos transformado en un cuerpo único, y que el bienestar de cada célula en este cuerpo depende de la medida en que ésta trabaja para el bienestar del cuerpo entero.


Y si pensamos que ésta es una bella utopía irreal, no estamos enterados plenamente del momento en la historia que estamos viviendo en la actualidad. Éste es un punto decisivo en nuestra vida en la cual la conexión recíproca entre todos nosotros ya es inevitable, transformada, de hecho, en una ley universal.


La única manera de vivir hoy en día, estable y balanceadamente es, por lo tanto, empezar a rellenar los eslóganes “unidad” y “fraternidad mundial” -los cuales han estado vacíos de contenido-, de modo que se conviertan en una realidad concreta. En otras palabras, el G21 -la humanidad como un todo- ya está en juego, y por lo tanto, se merece un sitial de honor en todos los encuentros.


* El Rav Dr. Michael Laitman es máster en ciber­nética, doctor en filosofía y Cabalá, profesor de ontología y teoría del conocimiento. Autor de 40 libros sobre Cabalá auténtica. Es fundador y presidente de Bnei Baruj y del Instituto ARI, en Israel. Más información en

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